Cómo abordar el handicap auditivo

¿Recuerdas esa lección de la asignatura de Lengua sobre las Fases de la Comunicación, en la que un mensaje viaja entre el emisor y el receptor en etapas, desde la intención de una persona hasta la comprensión de otra persona?.

Durante décadas, los profesionales de las ciencias de la comunicación y los trastornos del lenguaje han utilizado este modelo para considerar cómo los fallos de comunicación se relacionan con los trastornos de la producción del habla o la audición (sistema auditivo periférico).

Pero es importante que también pensemos más allá de este modelo al considerar la dificultad para entender lo que está diciendo otra persona.

Los handicaps auditivos pueden provenir de una mala acústica de la sala, mensajes incomprensibles, ruido de fondo o tecnologías que distorsionan, y que frustran la transmisión de la señal de voz. Estos factores interfieren con la audición, y aún más a medida que envejecemos, lo que nos obliga a esforzarnos más para entender un mensaje.

El modelo de las Fases de Comunicación es ciertamente útil, pero la mayoría de las versiones no tienen en cuenta si los remitentes y receptores de mensajes emplearán esfuerzos adicionales tratando de hacer que funcione, y si deben asignar deliberadamente recursos mentales para superar obstáculos de comunicación. La realidad es que la mayor parte de las personas tendrán que emplear esfuerzo adicional a medida que envejecen, ya que la audición se deteriora, y tendrán que concentrarse más cuando las condiciones adversas amenacen con romper la cadena del habla.

El resultado inevitable es una mayor carga sobre los recursos cognitivos y el funcionamiento ejecutivo. Por lo tanto, para intervenir eficazmente con los pacientes mayores, necesitamos mirar más allá de los audífonos, y capacitarlos en estrategias para reducir el esfuerzo auditivo cognitivo.

El cerebro controla la comunicación en gran parte por procesos ejecutivos cognitivos, esto es, una colección de procesos que las personas usan para guiar el comportamiento hacia una meta. Estos procesos promueven acciones involuntarias. 

En resumen diremos que las funciones ejecutivas, a menudo gobernadas por redes cerebrales incluyendo la corteza prefrontal, reflejan si una persona realiza o no realiza una tarea. Adam Gazzaley y Mark D'Esposito argumentan que el control ejecutivo influye en los inputs sensoriales (incluyendo la audición y la visión), los estados internos (incluyendo la emoción y la cognición) y los outputs motores y comportamentales (incluyendo la producción de habla y lenguaje).

En efecto, el control ejecutivo es lo que diferencia la audición pasiva de la escucha activa. Las funciones de control ejecutivo pueden ayudar a explicar cómo y qué capacidad tienen de escuchar con eficacia las personas en una situación dada, independientemente de si tienen una audición normal o deteriorada.

La escucha activa requiere una "atención ejecutiva": la capacidad de suprimir las distracciones y concentrarse en una tarea o meta principal. Los psicólogos han encontrado que la atención ejecutiva tiene fuerte relación con la memoria de trabajo y el funcionamiento ejecutivo. En menor medida, también se basa en la velocidad de procesamiento, un recurso de procesamiento general relacionado con muchos aspectos de la cognición de nivel superior y que se sabe que declina con la edad.

Algunos de estos subcomponentes de atención ejecutiva declinan más rápidamente que otros durante la vida adulta. Por ejemplo, en los adultos mayores de 60 años, la capacidad de suprimir las respuestas habituales o dominantes y la capacidad de dividir la atención eficientemente parecen declinar más rápidamente que las habilidades como la fluidez verbal y el razonamiento. Ahora considere las dificultades crecientes de algunos oyentes mayores con la comprensión del habla: sus dificultades pueden provenir de una interacción de disminuciones relacionadas con la edad en el procesamiento auditivo periférico y central, memoria de trabajo y atención dividida.

Ciertamente, la edad parece estar relacionada con la disminución del rendimiento en las tareas de escucha simples, como el reconocimiento de palabras en silencio o ruido. Dar a los oyentes mayores un mayor contexto puede ayudar a mejorar el rendimiento. Sin embargo, las diferencias relacionadas con la edad a menudo persisten cuando las tareas de escucha son más exigentes desde el punto de vista cognitivo e implican memoria o atención.

Así, los adultos mayores se basan en el procesamiento auditivo y las funciones ejecutivas cuando tratan de entender lo que otros dicen en muchas situaciones cotidianas. Y el riesgo de desarrollar un deterioro cognitivo clínicamente significativo parece ser mayor para los adultos mayores con pérdida auditiva que para los que tienen mejor audición.

La escucha activa requiere una "atención ejecutiva" , es decir, la capacidad de ocultar las distracciones y concentrarse en una tarea o meta principal.

Las consecuencias cotidianas de la discapacidad auditiva se vuelven significativamente más graves cuando una persona tiene una de las principales demencias neurodegenerativas. Los síntomas auditivos de estas demencias incluyen déficit en la percepción, apercepción auditiva, procesamiento semántico de sonidos y emociones, y memoria y atención auditivas no verbales.

En la última década, los investigadores han vinculado la demencia con la pérdida de audición central y periférica. Por ejemplo, en la revista Cognitive Behavioral Neurology, George A. Gates y sus colegas reportan evidencia de una asociación entre la presbiacusia central y la disfunción ejecutiva. Ellos sugieren que ambos pueden resultar de procesos neurodegenerativos similares.

Es aconsejable identificar a los adultos mayores en la fase preclínica o asintomática de demencia, normalmente llamada deterioro cognitivo leve (MCI). Es en esta etapa cuando las personas podrían beneficiarse más de las intervenciones. Considere que las personas con MCI tienen cinco veces más probabilidades de desarrollar demencia que los sujetos cognitivamente sanos (5 a 10 por ciento versus 1 a 2 por ciento).

Nuestra esperanza es que los estudios futuros profundicen en las relaciones entre la pérdida de audición, las funciones ejecutivas y el deterioro cognitivo en los adultos mayores.

La creciente conciencia de la conexión entre el envejecimiento auditivo y cognitivo ha inspirado nuevas investigaciones y planteado interrogantes sobre las implicaciones del deterioro cognitivo.

Para la práctica audiológica. De manera optimista, muchos adultos mayores pueden disfrutar de una mejor audibilidad debido a los avances en las tecnologías auditivas. Podemos esperar que una mejor audición se traducirá en una mejor salud cognitiva y calidad de vida. Sin embargo, muchos adultos mayores retrasan la búsqueda de ayuda para problemas auditivos durante décadas. Y aquellos que compran audífonos pueden tener dificultades para adaptarse a ellos sin apoyo profesional. Por ejemplo, la investigación epidemiológica conducida por Paul Mick (publicado en la revista Ear and Hearing) encontró que los adultos mayores con pérdida auditiva no reconocida o sin respuesta tenían un desempeño más pobre en las pruebas cognitivas y mostraron un mayor riesgo de Aislamiento social en comparación con los sujetos con audición normal.

¿Los audífonos pueden contrarrestar el deterioro cognitivo y la demencia? Aunque la evidencia todavía es escasa, es poco probable que la amplificación por sí sola sea suficiente. Pero esto no significa que los adultos mayores con pérdida auditiva estén condenados al aislamiento social y a la demencia. Visto a través de la lente del modelo de la cadena del habla, los audífonos parecerían una solución viable al problema de la audición comprometida. Si un adulto mayor usa un audífono apropiado o una tecnología de asistencia y recibe servicios de apoyo adecuados, entonces se debe mejorar la cadena del habla. Sin embargo, si la persona experimenta una disminución en las funciones cognitivas de control ejecutivo, la cadena del habla puede fallar cuando se requiere escuchar. Las tareas drenan los recursos cognoscitivos disminuidos. En tales situaciones cotidianas, es muy probable que los oyentes dejen de escuchar, especialmente cuando el esfuerzo de escuchar excede el valor percibido de alcanzar sus metas auditivas.

La pérdida auditiva conduce a las personas a retirarse cada vez más de las interacciones sociales, lo que puede exacerbar la disminución de la cognición u otros aspectos de la salud. Se hace necesario que entrenemos a los pacientes en estrategias para mejorar la asignación de recursos cognitivos. Por ejemplo, los pacientes pueden seleccionar espacios más silenciosos o aprender a usar el contexto para reducir las demandas de audición. Otras tareas de capacitación podrían incluir convertir las tareas complejas en otras más sencillas usando estrategias de conversación y señales multimodales para aumentar el enfoque de atención, mejorar la autoeficacia, y optimizar el apoyo de los contertulios. Muchas de estas intervenciones conductuales ya son familiares para los audiólogos rehabilitadores. Toman un nuevo significado cuando reformulamos la cadena del habla para vincularla con el cerebro, y cambiamos la audición pasiva por la escucha activa.

American Speech Language Hearing Association ASHA.org 

Tackling the Toll of Hearing Loss on Executive Function